"Que no le tengo yo rezado a San Cirilo – me decía hace
unos días una vecina en un perdido pueblo de la Sierra de Francia – para que mi hijo me hubiese salido albañilisto o
usurero de esos que van todos los días a la oficina del banco con traje y
corbata.
Pero gracias a Dios ni
San Cirilo ni mi hijo me hicieron caso, y el chico se me hizo funcionario. Y
ahí le tiene usted viviendo como un rey, bueno como el yerno de un rey, asegurado
y cobrando del Estado. Que como él me dice: usted no se preocupe madre, que
mientras haya señores habrá siempre vasallos, y viceversa.
No, y yo estoy tranquila, y eso que en su matrimonio no le
van bien las cosas que a mi no me engaña, pues ha tenido la mala suerte de que
su mujer le ha salido cornuda, lo mismo que me pasó a mi con su padre - que tan
a gusto esté como a mi me dejó – aunque siento más lo de los dos chavales que
tienen, que dicen que quieren ser jubilados, con lo que a mi me hubiese gustado
que ella se hubiese hecho adivina o puta famosa de esas que salen en la tele, y
él futbolista aunque no supiese hablar. Pero bueno allá ellos, que yo para mi
ya tengo". (Transcripción literal)
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