sábado, 11 de agosto de 2007

GOLONDRINAS

Lo decía el poeta, todos los años vuelven. Regresan a sus “acosados” nidos de barro y baba. Invaden los pueblos con sus revoloteos, esparajismos, trinos y cabriolas aéreas. Hay quien dice que devuelven la vida a los lugares asolados, otros menos optimistas, aseguran que la encarecen, alteran, piden mucho, y dejan poco.
Las “golondrinas”, esos emigrantes cíclicos que regresan todos los años a ocupar temporalmente el “nido” que allí dejaron sus antepasados, “revuelven” con su hiperactividad urbana, la conservadora y monótona vida de los lugares donde mantienen el “nido”, si este no ha sido derribado. Buscan entre los sombríos aleros y los límpidos cielos, algo que en las tierras donde residen habitualmente hace tiempo que perdieron: sosiego y vida tranquila. Se alimentan de pipas de girasol, renuevan su plumaje con camisetas y bermudas multicolores, calzan chancas de dedo, y algunas hay, que vuelven con las alas rotas planteándose la posibilidad de terminar sus días, al cobijo de sus antiguos nidos.
Digan lo que digan, son la alegría del pueblo. Parlotean, presumen, riñen y se quieren. En el fondo eso es la vida, pues a la muerte siempre la gustó el silencio.