Cuando se llega a cierta edad, irremediablemente se abre un ciclo en
nuestra vida que a casi todos nos pilla desprevenidos, a pesar de que ya
estábamos avisados: el de ver morir a nuestros progenitores y allegados, que
por eso que mal llamamos “ley de vida” cumplen con el inexorable trance de
poner fin - de mejor o peor manera - a su ciclo vital.
Pascal decía que “no habiendo podido los hombres remediar la muerte,
la miseria y la ignorancia han imaginado, para ser felices, no pensar en
absoluto en ellas.” Bueno, pues aunque no pensemos en la muerte, la
parca siempre nos gana la partida, y tan segura está de ello, que hasta nos da
toda una vida de ventaja. Y es que la muerte es algo inevitable que tarde
o temprano todos vamos a experimentar. El resto de cosas que pueden ocurrir no
tienen el mismo nivel de seguridad.
La muerte es algo que
siempre ha inquietado y preocupado al hombre desde la antigüedad, llegándose a
convertir en algo tabú o desagradable de comentar, pero a pesar de ello es un
tema recurrente tanto para la filosofía, la ciencia, la religión o el arte,
además de para la economía, pues hoy en el mundo materialista en que vivimos,
morirse no sale gratis, vamos que si no tienes dinero no tendrás “donde caerte
muerto”.
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(Villena - imagen de Internet) |
Y es que ni la depredadora Hacienda publica, muestra ninguna conmiseración con el fallecido y mucho menos con sus deudos, pues hasta la ultima factura que paguemos llevará un recargo del 21% de IVA, es decir, que podemos caernos muertos cuando queramos, lo que ya no vamos a tener tan seguro es que nos puedan enterrar.