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Famará (Lanzarote-España) |
No se si se lo he contado
aquí alguna vez, pero yo soy un poco como Cristo, que me gusta más andar sobre
las aguas que bañarme en ellas. Bueno pues eso, que estaba yo dándome un paseo
por la orilla del mar, y me encontré a un ahogado, mira tu que casualidad.
Mi primera intención fue
sacar el teléfono móvil, pues siempre le llevo encima porque nunca se sabe lo
que puede encontrarse uno cuando pasea, y llamar al 112. Daba por echo que
aquel cuerpo – desmadejado – que reposaba sobre la arena, seguramente sería el
de uno de esos pobres desgraciados que todos los días intentan cruzar de África
a Europa en pateras, porque alguien les ha dicho que aquí atamos los perros con
longanizas.
Cuando llegué a su altura
me di cuenta que el ahogado no era tal, sino que más bien estaba vivo y bien
vivo, además de gordo y colorado. Para mi sorpresa vi que “el ahogado” era un
alemán que disfrutaba placidamente del frescor del agua y la calidez de la
arena, mientras pensaba como quedarse con aquel trozo de playa. Así que lo cogí
por los tobillos y lo arrastré hasta lo más profundo del oleaje, mientras me gritaba:
- nicht schwimmen...
Pues haber aprendido germano, que yo
tampoco me baño a menudo y lo he tenido que hacer por ti.
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